viernes, 31 de diciembre de 2010

Pour vous

While you're reading...





31 de diciembre. Nos encontramos de cara a un nuevo año, a las puertas de nuevos planes, de  ilusiones  y expectativas que albergamos, oportunidades con las que la vida nos sorprende y nos hace redirigir el rumbo de nuestra vida siguiendo las huellas de nuestra propia voluntad. 

Escucho notas que han marcado con intensidad mis días de este año del que solo quedan las últimas horas. La voz de Al Green cantando  How can you mend a broken heart?, la melancolía de Bon Iver en Skinny Love , la originalidad de CocoRosie en Lemonade , la alegría que rebosa de manos de Jarabe de Palo en Ole o unos acordes que te hacen flotar de Kings of Convenience en Know-How.  Mi cabeza da vueltas alrededor de los recuerdos que guardo con más cariño, como algo inmensamente valioso. Fusionándose con la voz rota del cantante de Kings of Leon en Manhattan (faltaría menos) aún resuenan risas, frases sueltas de millones de conversaciones profundas, a la vez que revivo sensaciones al recordar el calor de tantos abrazos diarios, la fría humedad de lágrimas derramadas, besos únicos en instantes y lugares únicos, olores que te dibujan una sonrisa, miles de tonterías. 

Repaso en mi memoria las circunstancias y  las personas con las que comencé el año. Y acto seguido reflexiono en cómo, y especialmente con quiénes, voy a despedirlo. Jamás imaginé un cambio como este, nunca pensé que tendría en mi vida a tantas personas que la llenarían de felicidad, que me aportarían la fuerza que necesitaba para evolucionar, para encontrarme a mí misma, para saltar con energía y en el aire, con mis manos atrapar la vida antes de que pasara de largo.
Soy consciente de que, al mismo tiempo que mis dedos teclean y mis pies se mueven al ritmo de Fat Freddy’s Drop y su Ernie, mantengo una amplia y sincera sonrisa. Durante  este año he aprendido todo lo que no aprendí en todos los años anteriores. He hecho surgir lo mejor de mí y he asimilado la autenticidad y espontaneidad de una risa, de una caricia, de una mirada, del presente. El valor de una palabra. El poder que tenemos en nuestras manos con unas palabras que realmente sean sinceras, cómo pueden ayudar en el momento más necesitado, cómo estas son la clave para liberarte de todo lo que arde en tu interior. Cómo podemos despreciar esa responsabilidad  y utilizarlas con el fin vacío de completar el silencio. Porque ese silencio es mucho más noble que cualquier palabra pronunciada sin cuidado, que cualquier palabra que no sea auténtica, que no haya sido dibujada a trazos seguros por la esencia pura de los sentimientos.

Este año he aprendido a aprender, a arriesgar, a equivocarme, a pensar y a dejar de hacerlo, a vivir con intensidad, pero ante todo, a valorar. A hundir las palmas de mis manos en el color vivo de cada día, tratando de guardar y contagiar ese color incluso en la adversidad. A dejar de huir de todo salvo del arrepentimiento, a asimilar el dolor y pasar a través de él, como una parte más, fundamental para que la alegría esté presente.
Jamás hubiera sido capaz de conseguirlo sola. Gracias por hacerme cambiar o mejor dicho, por hacerme resurgir. Gracias por conseguir que esta noche, en los primeros minutos del nuevo año que nos aguarda sienta a mi lado, a pesar de las distancias, vuestro calor. Brindaré por las personas que me rodean y por vosotros, por nuestra complicidad, reforzada por cada tontería, porque incluso con cara de Carititi e incluso cara de Parabólica  aquí o en Londres, me alegro perfectamente por cada Me cago en la Ali (sobretodo si se grita a la vez que el cantante en directo), por un modaba más, por miles de Jum INFInitos imitados por una chamacafdkdjñ de 85 años!, a este o a otro nivel los duendes con los peles llenos de henna bebiendo zuma… Y porque solo al escribir estas frases ininteligibles para muchos, no paro de reírme. Porque es así como quiero comenzar otro año más, mientras digo adiós con la última uva al mejor año de mi vida.

¡Feliz año nuevo!



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