domingo, 30 de enero de 2011

Rootless tree

While you're reading...

 


Por primera vez en muchas semanas vuelvo a encontrarme sosegadamente acogida entre la calidez de las sábanas mientras, como siempre, la incesante oleada de notas fluye desde los años 60 hasta cada poro de mi piel, hasta la última imperfección de mi cuerpo. Como muchas otras noches, la serenidad del jazz reina en el ambiente.  Bill Evans, Miles Davis, Billie Holiday… ¿Qué hora es? Me es indiferente.

Después de todo este largo y tedioso mes de estudio, dispongo de unos pocos días de completa libertad y tranquilidad antes de volver a mis obligaciones. Unos días con ansia esperados, en especial para poder dedicar algo más de tiempo a todo aquello y aquellos que requieren mi atención, absorbida en su totalidad hasta hace poco por montones de apuntes garabateados y cada vez más arrugados, convertidos en plomo por el peso contundente de la responsabilidad. A mi alrededor, el rumor inquieto y a cada minuto más enérgico de decenas de estudiantes poseídos por el estrés. Simulan estar al filo de un abismo sin retorno, de nada más y nada menos que la muerte o lo que parece ser lo mismo, los exámenes. Ese rumor constante es consecuencia de repasos en voz alta, de charlas de apoyo y compasión recíproca pero también de conversaciones en el fondo nacidas de una rivalidad en ocasiones incluso declarada. Personas que atribuyen el lastre de una vida y de todos sus aspectos a ese compromiso, dedicándoles el tiempo en entrenarse para ser mejor que el resto, para destacar sobre esa mayoría, para creer que de ese modo su vida estará resuelta.

Como leí hace poco, nadie en esta vida juega con cartas marcadas. No consideran como error apartarse a un lado para permitir con indiferencia el paso a un tiempo increíblemente valioso, persiguiendo con perseverancia las metas de ser mejor que es resto. Quizá los objetivos que me esperan al final de mi recorrido no sean todo en mi vida, sino algo muy importante que no debo descuidar en ningún momento, pero que de hecho está ahí, al final. Antes decido, puesto que me acompaña la suerte de un aquí y un ahora como único ser asegurado, aprovechar todo aquello que el presente nos brinda. Yo sola tengo el poder de elegir cómo quiero marcar las huellas a lo largo de ese camino, si quiero que estas dibujen una línea recta hasta el final o si prefiero que esas huellas sean también perfiladas por las personas y vivencias diarias, entretenerlas en los rincones más escondidos y aprender de ellos lo que no se aprende en los libros. Al final seré representada por unos resultados más pobres, pero si no fuese así, lo que me identificaría serían unas simples cifras. Quizá haya preferido coger aire de unas buenas carcajadas después de bailar Maimbê Dandá con un duendecillo de rizos definidos, y aprender el valor de lo que al fin y al cabo me construye, moldeando con suavidad cada pequeño matiz día a día. Lo que números no pueden reflejar ni perpetuar. Y un Blues de la Frontera…

Y no has notado que has vivido cuando pasa la vida… Pasa la vida…

Pasa la gloria, nos ciega la soberbia pero un día pasa la gloria y ves que un día de tu obra ya no queda ni la memoria…

Dejo caer mi cabeza hacia atrás, miro al techo y millones de pensamientos que cruzan  fugazmente dejan una estela brillante. Mis párpados caen, y dejo de pensar durante unos instantes mientras me concentro únicamente en el piano que suena dentro de mi cabeza, como una invención más, aportando a las ideas, miedos y anhelos de ahí dentro una tonalidad diferente. Abro los ojos, no quiero entregarme aún a los brazos persuasivos del sueño. Ciertas notas me hacen pensar que esta noche quizá prefiera corretear tras las sombras caprichosas de los recuerdos, muchos de ellos para, poco a poco relevarlos a un rincón cerrado de mi memoria y refugiarme al calor de mi propia lumbre, un nuevo camino, sin dejar pequeñas migas de pan, sin mirar atrás.

Pronto me asomaré a la ventana y contemplaré el destello tornasolado de la mañana sobre las nubes de febrero, el comienzo de un nuevo mes, un nuevo día, un nuevo momento para empezar otra vez. Una oportunidad más para cerrar puertas tras de mí, para sellar ciclos ya terminados que no volverán jamás. Para coger la fuerza y el tiempo necesario para enfrentarme a ello y volar lejos, muy lejos, y no regresar con la llave a la misma cerradura, para no volver a abrir la misma puerta y cometer el mismo error. Para, sin perder el tiempo preguntándome por qué, encontrar la armonía en mi pasado con el fin de que así, mi presente resplandezca tanto que no tenga que perseguir el fulgor muerto de sonrisas pasadas. Para poder comenzar nuevas etapas cuando desconozca el remoto paradero de esa llave.

Y en el momento ser consciente de que un día la perdí,  de que se me debió caer en algún charco profundo, sin darme cuenta. De que llegó a perder su valor y la dejé resbalar hacia la oscura neblina del olvido…




2 comentarios:

  1. Mi niña!Escribes genial y lo haces con cabeza y corazón..Razonando cada palabra que escribes,poniendole el sentimiento de cada palabra vivida y lo mejor de todo,eres capaz de transmitirlo..

    No dejes de escribir,porque me encanta como lo haces!!!=)

    ResponderEliminar
  2. Ay mi niñaaaaaaaaaaaa!! Qué ilusión me ha hecho ver que estabas en "seguidores" :D Y cuando he visto que tenía un comentario ya sabía que era de una niña lindíiiisima :D
    Me alegro mucho de que te guste tanto leer lo que escribo, así como saber que me comprendes y que de verdad puedo hacerte llegar lo que quiero expresar :) Un beso enorme, y GRACIAS preciosa!!!!!!! :D

    ResponderEliminar