viernes, 24 de diciembre de 2010

Home lights

While you're reading...



Son las 1.49 de una Navidad más. Una Navidad que se suma a otras diecinueve navidades que ya dejé atrás, solo otra más, aparentemente igual a todas las demás. Pero por completo diferente, de igual forma que cada instante que forma cada día de nuestra vida es único y guarda su propia autenticidad. Jamás se volverá a repetir el minuto 2.02 del 25 de diciembre de 2010. Al igual que jamás volveré a sentir de la misma manera la calma de la noche, quebrantada con dulzura por los suaves silbidos acolchados del perro acurrucado a mi lado, los ruidos sordos de puertas que son cerradas por aquellos que, tras una suculenta cena de Nochebuena, se deciden a volver a sus hogares. Mientras, junto a la voz pausada de Frank Sinatra y su Christmas dreaming, mis dedos recorren con seguridad las teclas iluminadas por las luces incesantes y agitadas del árbol. 

Cada Navidad es única. La Navidad no es para mí algo especialmente trascendental, pero merece la pena solo por el placer de hacer crujir entre mis dientes el relleno de las típicas bolitas de coco. Es en Navidad cuando hacemos un balance de todo aquello que ha acontecido en el año que ya toca a su fin, circunstancias que hacen que no sea una Navidad igual a la anterior. Al volver a rodearme de familia con la que habitualmente no paso mis horas, personas que me han visto crecer, presiento como despierta esa niña que permanece dentro de mí, cada vez más débil con el paso de los años. Esa niña del pasado que busca de alguna forma ese espacio en el que nació, esas personas con las que se divertía. Pero entonces descubre que los otros niños fueron olvidados con la distancia y el tiempo, y así  la proximidad que latía entre ellos. Entonces, consciente de que esas personas con las que se reúne para cenar no conocen a la persona que hoy día es, la niña persiste en su búsqueda, y finalmente consigue distinguir un brillo cómplice en una mirada, un gesto distinto, que le permite vislumbrar la presencia que aún a pesar de todo resiste, de otro niño.  Una presencia que se hace apenas visible solo cuando después de mucho tiempo y muchas experiencias vividas, se reviven entre risas viejos recuerdos, no del todo ocultos por el polvo confuso de la memoria. 

En situaciones así tenemos la oportunidad de asombrarnos por los cambios ocurridos en aquellas personas y en nosotros mismos. Te encantaría cenar con aquellas personas que son tan cercanas en el presente, aquellas que son lo más importante para ti y que afrontan contigo cada momento. 

No obstante, también descubres como esa esencia original y ya escasa perdura, a pesar de que algunas personas que podrían conseguir que esa esencia subsistiese, se encuentran a más de mil kilómetros de distancia. Y que aunque la intención que pretendes que prevalezca es la de la indiferencia,  inútilmente esperas escuchar entre el barullo de voces de siempre conocidas, el sonido vivaz de una risa que destaca sobre todas las demás…


Feliz Navidad...



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