viernes, 25 de marzo de 2011

And I hope you trust this heart behind my tired eyes

While you're reading... 


 

Estaba a punto de desistir a la idea de escribir. Hay momentos en los que necesito hacerlo, pero ni siquiera soy capaz de decidir a qué dedicar mis palabras. Supongo que, al fin y al cabo, eso es lo de menos. Escribir es para mí como raspar con los dedos un pequeño resquicio, una grieta por la que se escapan ávidamente pensamientos propios, sensaciones, vivencias, percepciones, muchas de ellas sorprendentemente personales, entremezcladas y escondidas entre el bullicio de hechos irrelevantes y cotidianos. Mientras esa pequeña grieta vuelve a dejar traspasar un suave pero conocido fulgor, mi imaginación fusiona la voz aterciopelada de Dido en Quiet Times con las palabras que florecen con paciencia de un caos que toma cuerpo y un cierto y ligero toque de orden cuando mis dedos recorren con rapidez las teclas. Un título de canción un tanto irónico, por cierto...

Han ocurrido tantas cosas desde la última vez que me detuve a escribir… Es impresionante como esa transformación jamás llega a su fin, manteniéndose en un constante vaivén, que cambia de dirección con un soplo de viento libre y contrario, al despertarnos una mañana y contemplar la realidad con un nuevo matiz, con los ojos empañados por el vapor esperanzador, triste o quizá prometedor de un nuevo y primer comienzo. 

Cada día que dejamos atrás se lleva con él la piel muerta de las horas pasadas, restos secos de ilusiones y de inseguridades, experiencias ajenas e interiores que nos hayan hecho sentir satisfacción o decepción, sea lo que sea, quedó atrás. Con cada nuevo amanecer despierta una nueva versión de nosotros, suave o bruscamente pulida por el impacto en nuestra piel de cada minuto que transcurre, de cada palabra que es pronunciada y la forma en que lo hacemos, cada gesto que recibimos, ya nos dejemos llevar o nos sintamos inmunes ante la voluntad ajena. Y desde que nuestros pies se atreven a abandonar la tentación que supone el calor envolvente de las sábanas, alejado del resto del mundo de ahí afuera, desde ese preciso instante, pretendemos entrelazar nuestros dedos con el esfuerzo por no volver a cometer los mismos errores. Hoy la frase  de la escritora Concepción Arenal me ha arrebatado una casi imperceptible afirmación con la cabeza mientras permanecía sumida en la lectura. El hombre que se levanta es aún más grande que el que no ha caído. Y así como tememos fracasar, nos sobrecoge siempre la posibilidad de fallarle a quien nos importa, de mil maneras posibles. Hasta que llega el día de ser consciente de que nosotros mismos somos una de esas personas a quienes deberíamos evitar fallar. No es fácil, a pesar de parecerlo.  

Only a change of mood, sun goes down, someone says something to quick or to soon
A touch not made, one made too late, armies of words cannot hope to contain...

Then it comes and it goes.  And I have no control.

Las canciones siempre suenan en el momento más indicado, al igual que las frases célebres. Puedo pasarme ratos leyendo pensamientos que personas, en mayor parte comúnmente conocidas, resumen en un par de líneas. Me siento profundamente identificada con muchas de ellas, otras me hacen reflexionar por primera vez sobre muchas cosas y plantearme otras tantas.

Some days I can think clear and some days I won't
Sometimes I can feel it and suddenly it's gone...
Some days I am strong and some days my skin’s broken and thin

Todo cambia, varía, evoluciona. En un año, unas semanas, en un día, unas horas, el tiempo no importa, es relativo, como la mayoría de cosas que nos rodean. Las circunstancias, nuestra manera de pensar, nosotros mismos. Y todo ello se moldea cada segundo, en constante cambio. No todo es progresivo. De pronto el corazón se vuelca y un buen día comprendes muchas cosas que tu razón mantenía en suspensión. Otras veces  tus propias palabras caen sin fuerza, marchitadas sobre ti al amar aquello de lo que siempre habíamos renegado. Todo aquello que aguardaba en la oscuridad del desconocimiento, y en cuestión de segundos aprendes lo que años de vida no fueron capaces de mostrarte. O quizá no era tu momento…

Después de años sin escuchar las notas más que familiares de Dido, descubro una canción llamada Paris. Finalmente conseguí hacer realidad ese viaje a Londres que tanto tiempo llevaba deseando, y cuando paseaba sola admirando la variedad desconocida y agitada de Camden Town a través del objetivo de mi cámara analógica mientras esperaba la llegada de cierta persona, intentaba dar una explicación a cómo había ido a parar allí de esa manera. Me hice la misma pregunta escuchando The Irovy (¿o era Ivory?) Heroes tocar en un barco a orillas del Támesis, contemplando junto a Cris la trayectoria del globo que dejó escapar en aquel puente desde el que teníamos la suerte de contemplar unas vistas increíbles de la ciudad. De la misma forma, aún me esfuerzo por asimilar mi próximo año en París y todo lo que ello supondrá.

Amo el modo en que la niebla de ese futuro indeterminado envuelve la vida de cada uno de nosotros. Una niebla que con el trascurso del tiempo necesario se disipa justo lo necesario para que aquellas formas sin definir adapten las formas de nuevos rostros en nuestras vidas, expresiones que jamás hubiésemos esperado, siluetas de edificios desconocidos, un nuevo porvenir…

Una nueva oportunidad.








2 comentarios:

  1. Lo único que puedo decir al leerlo es: Increíble.

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  2. Me alegro muchísimo de que te guste :D Es una satisfacción escribir y que te animen así :) Gracias bonita... ^^

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