miércoles, 24 de noviembre de 2010

Just the way you look tonight

 While you're reading...


 


El dulce sonido del piano me recorre hasta llegar al último rincón, poniéndome los vellos de punta. Por un instante mis manos paran de escribir. Cierro los ojos y dejo fluir a través de mí el alma delicada de unas notas que encierran más sensibilidad que las palabras. Una sensación que consigue florecer los mejores sentimientos albergados.

El invierno es agradable. El frío temprano de cada mañana me impacta en la cara y viaja hasta mis pulmones; me hace sentir viva. Jugueteo con las gotas de lluvia que permanecen en el borde de mi ventana, cuando al rozarlas brevemente quedan atraídas por el calor de mis manos y con suavidad se deslizan del frío metal. Permanezco inmersa en el calor de mi cama, refugiada del mundo exterior, tan extenso y agitado, de millones de miradas, decisiones, vidas, ruido, del olor de la calle. Entre las mantas mi cuerpo flota en la calidez de un sutil aroma, donde encuentra cobijo en unos brazos que resultan cada vez más familiares, en unas confortables caricias lejos de todo lo malo, de todo el barullo, lejos de otro mundo.

Mientras aspiro la fragancia del aceite que se quema con la pequeña pero incesante llama de una vela, aprecio intensamente el sabor del té, áspero de la manzana. El barro de la tetera conserva su calor. Y pienso. Recapacito sobre todo lo que me rodea y sobre la suerte que me ha tocado. La suerte de que el invierno sea agradable para mí, la suerte de contar con un refugio donde resguardarme. La alegría de compartir más de un abrazo cada día, de deleitarme de nuevo con el perfume de mil tés diferentes, de notar el frío cada mañana cuando me acerco a la facultad y poder darle el último toque al plato que cocino cuando llego a casa. La fortuna de disfrutar de todo lo que muchas personas no pueden, la posibilidad de valorar cada hecho cotidiano que nos permite llevar adelante un tipo de vida. Y saber apreciar lo bueno, lo especial de cada pequeño detalle, y ahí saber vislumbrar el brillo de la felicidad.


Mientras mis manos se calentaban con el calor del café que sostenían, escuchando canciones de Navidad por la voz de Frank Sinatra y admirando los primeros decorados, contemplaba a través de un gran cristal a la multitud dispersada que concurría el centro de la ciudad, fijándome en cada detalle e imaginándome sus historias. El devenir que espera a esas personas con las que quizá no me volveré a cruzar. Sin pararme a pensar en el mío propio. Sencillamente dejándome llevar por el momento.  Tratando de enterrar el miedo al dolor, pues también es parte de la vida y el máximo daño que puede causar es una mera cicatriz. Decidida a no permitir que la cobardía llegue a ser capaz de invadir mis decisiones. A no contemplar como ninguna oportunidad vuela fuera del alcance de mis dedos.


Al fin y al cabo, a arriesgar por la ilusión de vivir...





1 comentario:

  1. Ya sabes cómo ando hoy... Pero me ha hecho sentir "en casa" durante una fracción de segundo. Ahora mismo daría mucho por un abrazo pero como hasta mañana es imposible espero que la esencia de esta entrada penetre en mis sueños esta noche para poder dormir plácida y profundamente...

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