lunes, 13 de septiembre de 2010

So... remember

Son las 6. 14 de la mañana. La mayoría de gente, después de salir por la noche llegan a casa y se retiran a dormir. Yo, puesto que ya ha pasado la hora de abrazar el sueño, prefiero dedicar mi noche a escribir.
Tengo millones de ideas por plasmar, miles de temas que pensar, y esta noche me había propuesto reflexionar sobre mis propios pensamientos generales y filosóficos a mi manera. Pero solo una cosa ocupa mi mente una noche más. Y es que te echo de menos.

He conseguido despejar la tristeza divirtiéndome al salir con amigos. Pero es inútil intentar olvidar que no está junto a mí durante mucho tiempo. Incluso en pleno momento de distracciones le recuerdo, lamentándome de que no esté conmigo y de no poder compartir esos buenos momentos con él.
En cierto modo, he conseguido aceptar su marcha asumiendo la resignación como frecuente compañera. Aún así, es difícil. Me angustia contemplar sentada e impotente cómo los días trascurren, sabiendo que nunca más volverán, no del mismo modo, con las mismas circunstancias únicas y propias de este momento. Solo deseo aprovechar cada segundo mientras esté junto a mí, porque esos momentos ya no volverán. La idea de perder su olor y su presencia en la inmensidad me devora por dentro, me encoge el corazón y me encierra en la oscuridad, donde mi único rayo de luz son los recuerdos de esa magia inexplicable.

Aún así puedo asegurar que para mí es suficiente lo que me ha ofrecido durante todos estos meses, es suficiente solo con sentarse a mi lado en aquel tren. Por ello, no me siento conforme, sino profundamente afortunada. Sonreída por la suerte. La misma suerte que propició que esta historia llegase a ser parte de la realidad vivida por nosotros. Y esa suerte me regala unos días para estar con él, como una oportunidad más que no rechazaría por nada en el mundo. Y cuando el momento llegue, me embargará la pena y la melancolía. Pero será la nostalgia por algo vivido, añoranza aliviada por los recuerdos. Por la certeza de que ha sabido sacar lo mejor de mí. Por esa pasión intacta, congelada en vez de apagada por los errores y el paso del tiempo. Porque quizá sea su carácter efímero lo que lo hace todo más especial. Por un final abierto.

Y por una llama de esperanza que permanecerá siempre encendida, alumbrando con su tenue pero constante luz ese hueco vacío…

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